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La vida de una transexual

La vida de una transexual

La realidad que pocos conocen

Anahí Rodríguez 24 años, estudia Administración de Empresas en la Universidad San Francisco de Quito, en Cumbayá. De nacionalidad colombiana, vino a Ecuador hace apenas cinco años. Sus padres ahora viven en Guayaquil, llegaron hace algo menos que un año. Ahora que las cosas están más tranquilas disfruta de la compañía de su madre. Es fácil verla y decir que es una chica muy bonita, de carácter dócil, tranquila, con un cuerpo espectacular, cabello largo lacio, una mirada muy tierna y varios atributos de una mujer completa.

Pero Anahí nació siendo hombre, con sus características de género masculino, y sus órganos genitales masculinos. Aunque en su interior siempre fue una mujer. Es el caso de varias personas que nacen “atrapados en un cuerpo que no pertenecen”, es la definición más acertada que pueden dar.

“Anahí” es su nombre de mujer, no quiere recordar cómo le llamaron al nacer, pues no se siente identificada con ese nombre. Su vida fue bastante normal, vivía en Bogotá con su familia, madre, padre, una hermana y ella. Asistía a la escuela como cualquier persona normal. Hacía sus deberes, y cumplía sus obligaciones. Fue creciendo y no tardó en descubrir que se sentía incómoda por dentro. Fue una depresión que no tenía sentido, dice ella. Se miraba al espejo y se sentía incomoda, la persona que mostraba el reflejo no era quien ella miraba. Se sentía atraída por los hombres, no era homosexualidad. Era ella quien no encajaba en el cuerpo del hombre que le había tocado.

Cuando niña, empezó a jugar escondiendo su miembro genital entre las piernas, se ponía los zapatos de taco de su madre, y la ropa de su hermana, caminaba por su habitación para que nadie la mirara. Se paraba frente al espejo y le gustaba lo que miraba. Fue así como poco a poco se dio cuenta que su inconformidad estaba dentro de ella.

A la edad de ocho años, Anahí le comentó a su madre lo que sentía. “Quiero ser mujer”, le comentó. Poca importancia le dio al tema, y el temor de que su hijo fuese homosexual se hacía más grande. Con el pasar del tiempo la relación familiar se hacía más tensa. Anahí se juntaba a conversar con sus amigas de la escuela. Buscaba en su hermana cierto conocimiento de lo que es ser mujer.

Los años pasaron y su sentimiento solo se hacía más fuerte. Llevar su miembro genital oculto entre las piernas se volvió algo de todos los días. Usaba ropa interior de mujer y hasta acudía al baño a sentarse para orinar. Todas las actividades que pudiese hacer como una mujer sin que nadie le dijera nada.

Cuando Anahí cumplió 18 años, edad con la que se considera a una persona un adulto en Colombia. decidió que era el momento de empezar a ser quien es por dentro y mostrarlo por fuera también.Así fue como con la ayuda de una amiga visitaron a un médico especialista en cirugía plástica. Su primera operación sería implantes de silicona en los senos. Con el temor de la situación tan estresante, y las diferentes emociones mezcladas y tanta dificultad por el miedo de ser aceptada. Su silenció marcó una línea muy intensa entre su familia, amistades y ella. Se realizó la operación de implantes de senos a la edad de 18 años, en diciembre como un regalo de navidad de ella, para ella. La única persona que sabía lo que hacía era su amiga quien le brindó apoyo en todo su proceso. Incluso acordaron una mentira, Anahí se iría a la casa de su amiga a pasar unos días de vacaciones. Durante ese tiempo, compraron ropa de mujer, una peluca, accesorios, y entre otras cosas que su amiga ya no ocupaba y se las regaló.

La cirugía fue un éxito total, su recuperación bastante rápida, y la asimilación de los implantes fue normal.

Anahí salió de la clínica muy adolorida, esperó que pasen los días para retirarse los puntos de la operación. Y fue cuando decidió vestirse como mujer y salir al mundo como Anahí Rodríguez.

Cuando se miró al espejo por primera vez se sentó a llorar, la persona que miraba en el reflejo era quien se había imaginado por tanto tiempo y ahora era un sueño que empezaba a tomar forma y color.

Por desgracia no todo es felicidad, cuando regresó a su casa se presentó como la hija que no conocieron. Su hermana fue quien tuvo la mejor reacción, aunque no la esperada. La miró, hizo un comentario positivo al verla, y regresó a su habitación. Su padre y su madre no la recibieron en casa. La acusaron de un sinfín de diferentes acciones en contra de la naturaleza humana. Y la mandaron de regreso con su amiga que la había ayudado. Anahí, subió a su habitación empacó las cosas que pudo y salió dando las gracias por todos los años que le dieron donde vivir, y que comer.

Una vez con su amiga, los primeros meses fueron divertidos, llenos de alegría, aunque siempre le quedó el vacío de ya no tener familia. Su amiga le consiguió un psicólogo en la universidad donde ella asistía quien le ayudó a entender que su felicidad interior no la podría entender nadie más que ella. Y que, si bien la reacción de sus padres no era la mejor, era la esperada. Le hizo entender que si había iniciado algo que la hacía sentirse identificada y bien consigo misma, debía continuar y alcanzar sus metas, y su felicidad como persona. No había egoísmo en eso, era ideología, y era muy fuerte de romper.

Pasó muy poco tiempo para que Anahí tomara la decisión de salir de Colombia y viajar a Ecuador, un país que para ella tenía más posibilidades, se ganaba en dólares. Así fue como Anahí, lo dejó todo atrás en búsqueda de un sueño que no era sino la ilusión de ser libre y comenzar de cero.

Por desgracia no fue tan simple, el cambio de sexo representa varias etapas. No se trata solo de implantes y cambio de órganos genitales. Implica mucho más. Anahí debe mantener un control de hormonas, cosa que debe tomar cada mes, para ir haciendo un cambio progresivo entre dejar de producir testosterona y producir estrógenos. Es un proceso largo y delicado, cambio de humor, y dolores varios. Es como cambiar de envase algo que existía ya dentro. Fuera de eso esta los cambios físicos como el cabello, y estructura del cuerpo. Por último, pero igual de importante, las operaciones. Quitar un pene y convertirlo en vagina no es algo sencillo. Para Anahí más allá del costo excesivo que tiene la operación, dinero que consiguió con su trabajo arduo de varios años, es una operación que es irreversible. Una vez hecha la cirugía no hay vuelta atrás. Finalmente, Anahí en el 2016 reunió la cantidad de dinero que necesitaba para realizarse la operación que duró alrededor de 17 horas. Un trabajo de ingeniería quirúrgica, y de un grupo de profesionales que hicieron un excelente trabajo.

Y aun no acaba ahí la historia, pues hay que moldear por dentro su nuevo órgano, así que tiene un trabajo largo de moldeo que debe hacerlo en casa con unos aparatos especiales.

Anahí, es hoy en día, una mujer completa, se mira al espejo y se ve ella misma. Ya no ve a alguien que no pertenece.

Hasta que toda su transformación no estuvo completa, sufrió mucho de varios ataques discriminatorios. No era aceptada en las universidades, la gente la miraba mal, la llamaban prostituta, travesti, homosexual. Y hay que entender que son conceptos totalmente equívocos y alejados de la realidad. Anahí era una mujer que nació en un cuerpo que no le pertenecía.

La realidad de la sociedad ha creado una generalidad donde la crisis económica, o el deseo de conseguir dinero fácil, lleve a varios hombres a tener cabello largo, implantarse senos, y vestir y actuar como mujer. Haciendo las veces de una prostituta que, evidentemente cobra mucho más barato, pues no puede desempeñar las funciones de una prostituta convencional. Tal es el caso de Isabella, un hombre que por “moda” decidió transformar su cuerpo para lucir como una mujer. Implantes de senos, inyección de grasa en glúteos, Botox en los labios, extensiones de cabello y ropa a la moda de mujer. “Isabella” como le gusta ser llamada, dice que lo hizo por moda, quería saber lo que se sentía ser mujer. Descubrió muy rápidamente que los hombres quieren pasar un momento de diversión junto a ella. Así, Isabella decidió empezar una prostitución casual. Trabajaba en una peluquería, allí fue cuando, con sus compañeros y compañeras de trabajo, éste gusto por una moda poco usual despertó interés en ella. Y en poco tiempo hizo su transformación.

Para Gabriela Betancourt, psicóloga especialista en el comportamiento humano y crisis emocional, la transformación de género es un proceso muy delicado. “Hay muchas personas que lo hacen por seguir una tendencia, o porque no encuentran felicidad en su interior y quieren hacer borrón y cuenta nueva”. El proceso no es simple, y hay muchos casos de personas que se han realizado la transformación de género y luego se arrepienten, el proceso es irreversible, y terminan suicidándose. Para hacer un proceso de cambio de sexo, es importante primero entender a la persona con su motivación raíz del motivo por qué quiere el cambio. Y luego está el proceso de asimilación mental y estabilidad del subconsciente. “es como tener dos vasos llenos de dos líquidos diferentes y pretender cambiar sus líquidos entre ellos sin regar ni una gota”.

Los estigmas de la sociedad latinoamericana son aún muy cerrados. El pensamiento es limitado, y el nivel cultural no permite que la gente tenga una vida libre e independiente. Siempre se mira por el hombro a quienes están alrededor, atentos de lo que hace la gente.

Varios años tuvieron que pasar para que Anahí pueda tener una vida normal, ahora su madre la acepta como es, sus amistades son pocas, pero sinceras. Gente que no juzga, no critica, y no ataca lo que no puede comprender.

Finalmente, Anahí está en el cuerpo que siempre debió tener desde el principio.


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